Las personas siempre han odiado las
responsabilidades. Trabajar, tener que asegurar las cosas que haces, ponerte en
riesgos… son cargas que nos echamos a las espaldas y que nos suelen acarrear
malos momentos o disgustos. En definitiva, es un malestar interior tener que
hacerse responsable a diario por los actos que realizamos. Normalmente, por lo
general, cuando uno acaba su jornada de trabajo o de estudios, lo menos que
quiere oír son responsabilidades. La concienciación ambiental es una
responsabilidad continua de cada uno y es constante en el tiempo. ¿Puede llegar
la responsabilidad ambiental de cada persona a colapsarnos mentalmente?
Los medios de comunicación mandan a diario mensajes
alarmistas sobre la concienciación de la conservación del medioambiente. Por lo
general, un mensaje alarmista suele tener respuesta en el ciudadano,
produciéndole un “miedo” que le ayuda a ser conscientes y a realizar actos
sostenibles como el reciclaje, el ahorro energético, la preocupación por la
contaminación, etc. El problema reside cuando los mensajes alarmistas son
continuos. Mantener al ciudadano en un constante miedo puede provocar el
colapso mental y llegar a provocar un efecto contraproducente. Es decir, todo
lo contrario. Los ciudadanos pueden llegar a “cansarse” de estas
responsabilidades continuas y hartarse de hacer actos ecológicos como el
reciclaje. De aquí nace el concepto de Ecofatiga.
La Ecofatiga es la sensación
de repetición que tienen los ciudadanos en sus cabezas antes los reiterativos
mensajes alarmistas. Esto puede darse por la poca percepción del medio que nos
rodea. Hablan de contaminación, de tala de árboles, de mil problemas
ambientales, de extinciones…pero la vida del ciudadano realmente no cambia. El
ser humano no es consciente de los cambios ambientales en sus vidas, por lo que
la repercusión de los mensajes ambientales es baja.
«Reciclar es importante», «Recicla, cuida y protege
el medio ambiente» o «Separar y reciclar está en tus manos», son sólo algunos
de los numerosos eslóganes que escuchamos todos los días, y que están
destinados a fomentar la reutilización de los residuos que generamos. Pero,
¿les hacemos realmente caso?, ¿o por el contrario estamos ya cansados del
bombardeo masivo de mensajes apocalípticos al que nos vemos sometidos, en los
que la supervivencia del planeta casi queda condicionada únicamente al buen
hacer del ciudadano en cuanto a su capacidad de reciclaje? Más bien lo segundo.
Los ciudadanos se hartan de los mismos mensajes y se desentienden del tema, lo
que conlleva a una disminución de la conciencia ambiental. “Porque yo no
recicle no va a pasar nada, si total, son sólo unos cuantos envases”, “Si yo
gasto algo más de agua bañándome, tengo el derecho que para eso la pago, el que
yo ahorre no hará que se salve el mundo” Es lo que piensa la mayoría de la
sociedad.
La culpa de todo esto recae en el erróneo discurso
político y en las campañas de información ambiental. Los políticos desplazan la
responsabilidad a los ciudadanos, consiguiendo que la Ecofatiga aflore en ellos
como un exceso de responsabilización, y acaban por despreocuparse de los
problemas del medioambiente. De lo que realmente están hartos los ciudadanos es
de que se les responsabilice de la situación de colapso ambiental, cuando son
verdaderamente las administraciones públicas y las grandes empresas las que
tienen que tomar medidas para asegurar la calidad ambiental. Pero además del
cansancio que provoca en la gente que las administraciones carguen sobre sus
hombros el peso de problemas como el cambio climático o la destrucción de la
biodiversidad, existen otros elementos que no ayudan en absoluto a combatir la
Ecofatiga. “¿En qué cubo va esto?” es una las frases más repetidas entre
aquellos que aún no tienen claro el por qué se deben de separar cada tipo de
residuo en un tipo distinto de contenedor. Tampoco ayuda la percepción que
muchos ciudadanos tienen de que aunque ellos separen, no servirá de nada ya que
algo fallará en otro eslabón de la cadena. Esta sensación se ve incrementada
por las noticias que alertan de fraude en el sistema de reciclaje.
Otro aspecto que tiene la culpa del cansancio
ecológico es la publicidad verde. Vendemos el medioambiente como un producto, y
la gente está harta de publicidad. Los eslóganes para el reciclaje parecen
campañas publicitarias para anunciar productos.
En definitiva, la concienciación por el cuidado del
medioambiente tiene que ser algo de cada uno, en mi opinión. Los efectos
negativos no se ven de inmediato, llevan años. Se pueden observar como
disminuyen las poblaciones animales, como cada vez hay menos árboles, desde
lejos en las ciudades se ve claramente las capas de contaminación (SMOG), como
cada vez hace más calor y hay más lluvias torrenciales y desastres climáticos,
etc. Cada uno tiene que ser responsable del mundo que quiere heredar a sus
hijos y nietos. Con cada grano de arena se fabrica el castillo, y ese castillo
es el mundo en el que vivimos.
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Muy buena aporte, hay que hacer una conciencia ambiental
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